Por cierto, te quiero.

Son muchas las veces que he escuchado en mi vida eso de que las palabras se las lleva el viento. Sin embargo, hay dos en concreto que se repiten a través de las generaciones, y que, juntas, tienen un poder que muchos desconocen. Es algo así como una fórmula mágica, un antídoto para todo tipo de veneno. Se dice que nunca nadie quedó indiferente después de escucharlas y que es lo primero que te viene a la cabeza sobre ciertas personas cuando nos encontramos en situaciones límite. Me refiero a: te y quiero.

0a956-tequiero

Al principio, cuando somos niños, tendemos a asociarlas a sensaciones placenteras y, por consiguiente, se convierten en lo más grande que podemos decir a alguien. Después, vamos creciendo y descubrimos que hay personas que, aunque dicen querernos, no lo hacen realmente y así nos hacen dudar de su verdadero significado. La verdad inamovible pasa entonces a ser un castillo de naipes. Una especie de broche de oro que a veces nos colgamos en la solapa para que todo brille y luzca mejor, y que nos acostumbramos a llevar encima o a ver puesto en otros sin más. Y, como es de esperar, empieza a darnos miedo tanto oírlas como decirlas.

Sin embargo, los años me ha enseñado que cuando todo pasa, es lo que verdaderamente queda. No, no me refiero a las palabras, sino a las veces que fuimos capaces de hacer saber a las personas que queríamos que las queríamos.

En el día a día tenemos la mala costumbre de dar por hecho que «se sabe». O de que no es el momento. De lo primero tiene la culpa una ensordecedora rutina que nos lleva de un lado a otro como el viento empuja a su antojo las hojas caídas de los árboles. De lo segundo, ciertas películas y novelas, que se han encargado de anudar a estas dos palabras un montón de rojo, de velas, de solemnidad, de lujo y locura, hasta el punto de hacernos creer que lo que sentimos diariamente o no es para tanto o está fuera de lugar decirlo.

Es cierto que se trata sólo de palabras y que sin hechos que las corroboren, no sirven de nada. Pero también es cierto que hay una tendencia generalizada a subestimar su valor. Si tan poca cosa son realmente, ¿por qué nos cuesta tanto pronunciarlas?

Dicen que están perdiendo su valor porque las usamos demasiado. Hasta hay canciones que aseguran que el sentimiento que las provoca se rompe de tanto usarlo. ¿Será esto verídico? Porque yo veo que la gente continúa usando muchas palabras con bastante frecuencia, y aparte de no perder su significado, nadie exige una prueba de que aquello realmente sea lo que dice que es. Sería ridículo dejar de decir la palabra  «sol» sólo porque sale todos los días, porque es precisamente a él a quien debemos la vida y así va a seguir siendo aunque no lo digamos. Algo parecido ocurre con el «te quiero».

Lo que sucede es que a veces es complicado distinguir cuándo nos hallamos ante una verdadera muestra de cariño o ante un arma de destrucción masiva. Detrás de un “te quiero” no siempre hay buenas intenciones. En ocasiones el verdadero fin reside en conseguir, ocultar o reforzar algo e incluso en utilizar, manejar, controlar, chantajear o hacer daño a alguien. Por eso, ante un primer “te quiero” todo nuestro cuerpo entra en estado de total alarma. Se nos abren los ojos de par en par, nos ponemos rígidos y se nos olvida hasta lo que estábamos diciendo. Nunca estamos lo suficientemente preparados para escucharlo y no querer saltar de alegría. Lo malo es cuando nos inmunizamos y ya no produce ni placer ni dolor. Y a ello contribuye habernos cruzado muchas veces con personas que no eran conscientes de la verdadera importancia de estas dos palabrillas.

Otros opinan que no es algo que podamos decir a la ligera. Que para decir «te quiero» hay que esperar un tiempo prudencial. Y aquí solemos caer en situaciones tan ridículas como ponerle una fecha de inicio a un sentimiento que nadie sabe cuándo empieza ni por qué acaba. Desde luego, el que lo descubra se forra.

Supongo que en el amor pasa como con los colores: a todos nos han enseñado que el rojo es rojo pero no está demostrado que todos veamos el mismo color ardiente y cálido. Y aquí vienen las confusiones.

Entonces, ¿qué es lo difícil, decir te quiero o querer de verdad? Es más, ¿es posible lo segundo sin lo primero?

Además, hay miles de formas de decirlo y todas son tremendamente económicas: en el ascensor, por el balcón, en la cama o en la mesa. Por la mañana,  por la tarde o por la noche. A voces o susurrando. A las amigas, a los amigos, a la familia, a la pareja. Con dos letras o con ocho. Con “Q” o con “K”. Riéndonos o llorando. En inglés, en ruso o en japonés.

Entonces ¿por qué cuesta tanto?

Querer es de valientes. El que quiere de verdad se lo juega todo a una carta y asume el dolor que va implícito en el riesgo (porque querer de verdad, duele). Por tanto, decir “te quiero” implica quedar totalmente expuestos, desnudos y frágiles ante la otra persona. Implica responsabilidad y es algo serio. Pero, a la vez, fácil. Mucho más de lo que nos imaginamos. Porque una vez que nos deshacemos del miedo a no ser correspondidos y nos atrevemos a decirlo, más que atarnos, nos libera y multiplica nuestra grandeza como personas.

Mi deseo para el nuevo año que empieza es el de ser capaces de decir «te quiero» cuando lo sintamos. Sin tapujos. Nos pille donde nos pille. Que no quede más remedio que decirlo. Hacer que los sentimientos buenos sean irrefrenables e incontenibles. Que se oiga, se sepa y se contagie.

Porque ya hay demasiadas cosas malas que recorren el mundo de un lado a otro a velocidad de la luz, buscando dónde posarse. Porque las cosas buenas también hay que decirlas, aunque se sepan, para que no se olviden. Porque nos creemos eternos e indestructibles pero, en realidad, tan sólo somos el tiempo que tenemos.

La grandeza de las personas se mide por las veces que han escuchado en su vida que se las quiere, y por las veces que han sido capaces de decirlo ellas cuando lo sentían. 

Por cierto, os quiero mucho, familia. Y a vosotros, mis amigos. Y a tí, mi vida.

Estándar

6 comentarios en “Por cierto, te quiero.

  1. Samy dijo:

    Cuando un periodista le preguntó a Jean Jacques Goldman ( cantante francés) por qué nunca dice TE QUIERO en sus canciones , éste respondió que decirlo es como tender una trampa a la otra persona. En efecto para él estas 2 palabras no son afirmativas sino interrogativas ya que contienen de forma implícita la siguiente pregunta : “ ¿ Y TÚ ME QUIERES ?”. Se trataría pues , según él de una “ deshonesta estratagema”. Lo resume perfectamente en su canción “ Sache que je” ( que sepas que yo…).
    Feliz año nuevo Marta y yo también te quiero.

  2. Precioso post Marta. Es cierto que son palabras que siendo sencillas de pronunciar nos cuesta mucho decirlas.
    Varios son los motivos y tú los has expresado muy bien a lo largo del post. A veces, lo damos por hecho y por eso no lo decimos, otras por lo que lleva implícito y los expuestos que nos quedamos ante el otro. Nuestro miedo a que nos hagan daño, a que se aprovechen de esa debilidad. Pero hay que correr ese riesgo porque al arriesgarnos, aunque perdamos…ganaremos.
    Es cuestión de acostumbrarse y como todo con la práctica, luego sale solo.
    De un tiempo a esta parte, yo al perder una de estas batallas de la vida, me dí cuenta de lo que tenía alrededor y empece a valorarlo, desde entonces le digo a mi familia y a mis amigos, muy a menudo que les quiero, y me siento genial haciéndolo.
    Y hoy, aunque no te conozca, pero por lo que me aportas en tu blog, te diré «por cierto, te quiero».
    Besos y que tengas un feliz año.

    • Muchísimas gracias, Clara (por cierto, te llamas igual que mi hermana 😊). Espero que tú también tengas un año fabuloso y muchas ocasiones para decir te quiero. Y si no se dan, que tengas la fuerza para inventártelas. 😉
      Mil besos

Replica a Marta Sánchez Merino Cancelar la respuesta